sábado, 29 de octubre de 2016

El laberinto

Allí estaban los rescoldos  de un amor acabado.
Allí moraban las horas locas, las relumbrantes sonrisas,
El brillo eterno de sus ojos.
Allí, esto es, aquí mismo,
Aquí mismo,
En mi ser dividido y esquizoide.
Su desprecio fue mi alimento.
¡Ay de su fuerza, su corajuda mano!
Batió en mi rostro,
Luego en la tierra.
Y de la tierra germinaron las hojas
De hermosa planta
Qué cicatrizó mis heridas.
Agua de manantial bebí
Y mis labios olvidaron sus besos.
¡Sus besos!
Era amado tanto cuan temido era.
Si pude evadir el laberinto
Fue por haber en él entrado
Y en sueños hablado con Ariadna la ninfa.
La puerta estaba a oscuras,
El cerbero, dormido.
Humedades de oquedades y tumbas
Señalaban mi sarcófago vacío.
¡Pero vi mi rostro a través del cristal,
Muerta y enterrada en la cripta!

Rompí con mis manos las cadenas,
Huí del monstruo sin mirar atrás,
Mas justo al llegar a la salida
Dime cuenta de que el laberinto...
¡No eran más que los latidos agigantados
De mi horrible corazón!



Imagen cortesía de Pixabay



No hay comentarios:

Publicar un comentario