Allí moraban las horas locas, las relumbrantes sonrisas,
El brillo eterno de sus ojos.
Allí, esto es, aquí mismo,
Aquí mismo,
En mi ser dividido y esquizoide.
Su desprecio fue mi alimento.
¡Ay de su fuerza, su corajuda mano!
Batió en mi rostro,
Luego en la tierra.
Y de la tierra germinaron las hojas
De hermosa planta
Qué cicatrizó mis heridas.
Agua de manantial bebí
Y mis labios olvidaron sus besos.
¡Sus besos!
Era amado tanto cuan temido era.
Si pude evadir el laberinto
Fue por haber en él entrado
Y en sueños hablado con Ariadna la ninfa.
La puerta estaba a oscuras,
El cerbero, dormido.
Humedades de oquedades y tumbas
Señalaban mi sarcófago vacío.
¡Pero vi mi rostro a través del cristal,
Muerta y enterrada en la cripta!
Rompí con mis manos las cadenas,
Huí del monstruo sin mirar atrás,
Mas justo al llegar a la salida
Dime cuenta de que el laberinto...
¡No eran más que los latidos agigantados
De mi horrible corazón!
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